El porqué del Erasmus.
No salir fuera es un error. Ya seas más o menos abierto, ya te de más o menos miedo hablar otro idioma, ya tengas mejores o peores notas. El cliché de que Erasmus es sólo fiesta, emborracharse y sexo sin compromiso no es del todo falso, ya que si es cliché es porque lo único que ha quedado grabado en la retina para la mayoría de los Erasmus es eso.
Dependerá de cómo quiera cada uno organizarse el año fuera de casa, pero esta oportunidad debería ser una obligación. Porque no sólo te enseña académicamente sino también personalmente. He vivido tan bien y he aprendido tanto de tantos que si tuviera que resumir en una frase mi estancia sería "he aprendido a vivir". Perdón, "he empezado a aprender a vivir". Me olvido de prejuicios y de caminos absurdos y desconocidos que te dicen que recorras. He vivido en un país en el que no existen dobles o triples lecturas a lo que uno estudia, trabaja o emprendre. Simplemente lo hace porque es lo quiere, no lo que quieren que haga.
No es mi intención la de hacer un recorrido por todo lo vivido en este año en Suiza pues para eso comencé este blog.
Pero divisar el final de algo me hace irremediablemente volver la cabeza para recordar desde dónde empecé mi camino. Hablan del síndrome post-Eramus, de lágrimas, de últimas despedidas y de amigos perdidos en el tiempo y el espacio. Os podré hablar de lo primero en cuanto aterrice en Madrid y oiga gritar a la Paqui en la T2, y de lágrimas al ver los precios del Mercadona; pero no podré decir que ha habido últimas despedidas o amistades perdidas.
Os hablaré en cambio del año que cambió mi vida en infinidad de aspectos. El año en el que me "independicé" por vez primera, en el que valoré objetivamente mi país al observarlo desde fuera, en el que empecé a apreciar la montaña, en el que entendí la importancia de reciclar y del verdadero concepto de economía sostenible, en el que aprendí a cocinar tantísimas y ricas culturas emplatadas, en el que me di cuenta de lo competitivo que es el extranjero y lo bien preparado que está, en el que mejoré mi francés e inglés, en el que empecé a estudiar una cuarta lengua y a chapurrear otras tantas, en el que creí aprender a querer a alguien, en el que di conciertos en el extranjero, en el que probé y degusté nuevas y tantas cervezas, en el que gané algunos minutos de puntualidad…
Por supuesto que no todo ha sido de color de rosa, pero la borrachera de nuevas sensaciones y experiencias ha sido tal, que lo único de lo que puedo hablar al levantarme al día siguiente es de ellas.
A pesar de que algunos no-hispano-hablantes no entiendan lo que hay escrito en este blog, quiero darles las gracias de corazón por este magnífico año en el que he intentado y conseguido ser una esponja con piernas y barba.
Y empiezo por mis padres, por haber hecho el esfuerzo de pagar idas y venidas, libros, compras de subsistencia y otras necesidades y caprichos. Espero haberlos gestionado bien.
A Ella, por haberme hecho sentir como un niño con juguetes nuevos el día de Reyes y abrirme los ojos a base de leches.
Siguiendo por mis hasta 3 compañeros de piso, Abele, Isabel y Valérie, suizos cada uno de una parte y que me han acogido como a uno más.
A la ingente lista de nuevas amistades que, aunque más o menos fuertes, han aportado su granito de arena, hospitalidad y tradiciones.
Y a vosotros por haber leído y seguido mi blog, por haber comentado y generado nuevas dudas e ideas. Sólo deseo haber ayudado en la decisión de todos aquellos que tienen la intención de venir a este mágico país y a comprender un poco mejor cómo son sus habitantes y sus costumbres. Y porqué no decirlo, a nosotros mismos.
Hablan del síndrome post-Erasmus. Yo hablo de Erasmus.
A bientôt, la Suisse!
No salir fuera es un error. Ya seas más o menos abierto, ya te de más o menos miedo hablar otro idioma, ya tengas mejores o peores notas. El cliché de que Erasmus es sólo fiesta, emborracharse y sexo sin compromiso no es del todo falso, ya que si es cliché es porque lo único que ha quedado grabado en la retina para la mayoría de los Erasmus es eso.
Dependerá de cómo quiera cada uno organizarse el año fuera de casa, pero esta oportunidad debería ser una obligación. Porque no sólo te enseña académicamente sino también personalmente. He vivido tan bien y he aprendido tanto de tantos que si tuviera que resumir en una frase mi estancia sería "he aprendido a vivir". Perdón, "he empezado a aprender a vivir". Me olvido de prejuicios y de caminos absurdos y desconocidos que te dicen que recorras. He vivido en un país en el que no existen dobles o triples lecturas a lo que uno estudia, trabaja o emprendre. Simplemente lo hace porque es lo quiere, no lo que quieren que haga.
No es mi intención la de hacer un recorrido por todo lo vivido en este año en Suiza pues para eso comencé este blog.
Pero divisar el final de algo me hace irremediablemente volver la cabeza para recordar desde dónde empecé mi camino. Hablan del síndrome post-Eramus, de lágrimas, de últimas despedidas y de amigos perdidos en el tiempo y el espacio. Os podré hablar de lo primero en cuanto aterrice en Madrid y oiga gritar a la Paqui en la T2, y de lágrimas al ver los precios del Mercadona; pero no podré decir que ha habido últimas despedidas o amistades perdidas.
Os hablaré en cambio del año que cambió mi vida en infinidad de aspectos. El año en el que me "independicé" por vez primera, en el que valoré objetivamente mi país al observarlo desde fuera, en el que empecé a apreciar la montaña, en el que entendí la importancia de reciclar y del verdadero concepto de economía sostenible, en el que aprendí a cocinar tantísimas y ricas culturas emplatadas, en el que me di cuenta de lo competitivo que es el extranjero y lo bien preparado que está, en el que mejoré mi francés e inglés, en el que empecé a estudiar una cuarta lengua y a chapurrear otras tantas, en el que creí aprender a querer a alguien, en el que di conciertos en el extranjero, en el que probé y degusté nuevas y tantas cervezas, en el que gané algunos minutos de puntualidad…
Por supuesto que no todo ha sido de color de rosa, pero la borrachera de nuevas sensaciones y experiencias ha sido tal, que lo único de lo que puedo hablar al levantarme al día siguiente es de ellas.
A pesar de que algunos no-hispano-hablantes no entiendan lo que hay escrito en este blog, quiero darles las gracias de corazón por este magnífico año en el que he intentado y conseguido ser una esponja con piernas y barba.
Y empiezo por mis padres, por haber hecho el esfuerzo de pagar idas y venidas, libros, compras de subsistencia y otras necesidades y caprichos. Espero haberlos gestionado bien.
A Ella, por haberme hecho sentir como un niño con juguetes nuevos el día de Reyes y abrirme los ojos a base de leches.
Siguiendo por mis hasta 3 compañeros de piso, Abele, Isabel y Valérie, suizos cada uno de una parte y que me han acogido como a uno más.
A la ingente lista de nuevas amistades que, aunque más o menos fuertes, han aportado su granito de arena, hospitalidad y tradiciones.
Y a vosotros por haber leído y seguido mi blog, por haber comentado y generado nuevas dudas e ideas. Sólo deseo haber ayudado en la decisión de todos aquellos que tienen la intención de venir a este mágico país y a comprender un poco mejor cómo son sus habitantes y sus costumbres. Y porqué no decirlo, a nosotros mismos.
Hablan del síndrome post-Erasmus. Yo hablo de Erasmus.
A bientôt, la Suisse!